COMUNICADO
ASOCIACIÓN LATINOAMERICANA DE ESTUDIOS SOCIALES DE LA CIENCIA Y LA TECNOLOGÍA
La Asociación Latinoamericana de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología, lamenta profundamente el fallecimiento de nuestro destacado colega Ismael Ledesma. El Profesor Ledesma, ha sido pionero en América Latina en el trabajo sistemático tanto para investigar como para formar científicos con una perspectiva social. Destaca su rol en la formación de Biólogos en México, la convergencia entre la investigación en Historia y Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología. El legado de Ismael Ledesma nos hace reflexionar, y proponemos ello a la comunidad CTS Latinoamericana, sobre la relevancia de la convergencia entre la formación CTS para científicos y la necesidad de hacer confluir el análisis histórico, político y social en la comprensión del rol y aportes de la Ciencia y la Tecnología.
Saludamos y damos nuestro sentido pésame a su familia, colegas y estudiantes.
El 14 de mayo de este año 2023, falleció el Dr. Ismael Ledesma Mateos, un gran académico de los estudios CTS y de la historia de ciencias. Ismael Ledesma nos ha dejado un gran legado intelectual de la que se abrevará perenemente y una amistad imposible de remplazar.
Ismael Ledesma-Mateos nació en Puebla, Puebla (1960). Biólogo por la UNAM (ENEP-Iztacala, 1986), Maestro en ciencias (Bioquímica, CINVESTAV, 1987) y Doctor en ciencias (Biología, Facultad de Ciencias, UNAM 1999). Realizó su posdoctorado con Bruno Latour en el Centre de Sociologie de l’Innovation (École Nationale Supérieure de Mines de París (2000-2001). Obtuvo el Premio a la mejor Tesis Doctoral en Ciencias Sociales en el Área de Historia de la Academia mexicana de Ciencias (1999).
Fue profesor titular C de tiempo completo en la FES-Iztacala de la UNAM. Fue director fundador de la Escuela de Biología de la Universidad Autónoma de Puebla (1987-1900 y 1900-1993). Es de su autoría el extenso libro Historia de la biología en México (AGT Editor, 2000), así como de Alfonso L. Herrera: el sabio de Ciprés (FES-Iztacala, UNAM, 2002), Isaac Ochoterena: el hombre de la Casa del Lago (FES-Iztacala, UNAM, 2004) y De Balderas a la Casa del Lago, igualmente, La institucionalización de la biología en México (Universidad Autónoma de la Ciudad de México, 2007). También fue coeditor de la Obra completa de Isaac Ochoterena publicada por el Colegio Nacional y autor de numerosos artículos y capítulos de libro en su campo sobre historia de ciencias y estudios de la ciencia, la tecnología y la sociedad.
Recibió la medalla a la investigación “Alfonso Luis Herrera López” (2007) otorgada por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla”. Obtuvo el Premio a la mejor tesis de doctorado en ciencias sociales en el área de historia por la Academia Mexicana de Ciencias (2000). Perteneció al Sistema Nacional de Investigadores. Fue presidente de la Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología AC y de la Sociedad Mexicana de Biología del Desarrollo A.C. (1996-1998). Fue un incansable animador y promotor de la legislación de la Sociedad Latinoamericana de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología (ESOCITE).
El Dr. Ismael Ledesma Mateos asesoró innumerables tesis de licenciatura, maestría y doctorado en la UNAM y fue un profesor de ciencias, biología e historia de ciencias en la UNAM y otras instituciones de enseñanza.
El mejor homenaje que podamos hacer a nuestro querido amigo Ismael Ledesma será leer y aprender de su obra, así como también retomar su animosidad para institucionalizar este dominio de los estudios sobre ciencia y tecnología en nuestra región latinoamericana.
Antonio Arellano Hernández
Ismael Ledesma Mateos 1960-2023
El domingo 14 de mayo falleció Ismael, luego de algunas complicaciones graves de salud. Es una noticia muy triste para la comunidad de los estudios sociales e históricos de la ciencia en América Latina, y aún más para quienes tuvimos la suerte de compartir años de amistad.
Esta profesión académica a la que nos dedicamos en esta región del mundo no nos suele ofrecer grandes recompensas en términos económicos, ni la gratificación de que otros actores se interesen asiduamente por nuestros trabajos. Pero nos ofrece la posibilidad de conocer colegas en diferentes países que comparten nuestras preocupaciones, nuestros intereses y que, al cabo de los años, se van haciendo amigos entrañables. Nos vamos encontrando en diferentes no-lugares, como los congresos y eventos académicos, hasta que luego nos vamos trasladando a espacios más “verdaderos”. Comenzando hablando de nuestras preocupaciones de investigación, de problemas teóricos, de la posición de los investigadores latinoamericanos en el mundo, para trasladarnos, una vez más, hacia los terrenos personales, nuestras vidas cotidianas, nuestras posiciones políticas.
Por supuesto, Ismael era uno de ellos. Como me suele ocurrir con tantos y tantas colegas, ya no recuerdo cuándo nos conocimos (seguramente que él, más preciso con fechas y lugares, lo debía recordar), pero debe hacer al menos 25 años, en alguna ciudad latinoamericana. Incluso hace ya unos 20 años fuimos juntos a un evento de historia de la ciencia Pekín, y recorrimos la Gran Muralla, restaurantes en donde nos hacíamos entender por señas, la Ciudad Prohibida. Aún recuerdo cuándo, en el zoológico de Pekín, Ismael me explicó la diferencia entre monos “del viejo mundo” los del “nuevo mundo”, en relación con el uso de las colas, y otros detalles evolutivos que, por supuesto, olvidé, y me los tuvo que explicar varias veces más.
A pesar de que Ismael vivió durante décadas en Ciudad de México, donde dictó clases de historia de la biología durante más de 30 años en la UNAM Iztacala, nunca dejó de ser un poblano empedernido: conocía cada rincón de su ciudad natal, dónde comer, dónde beber, por dónde pasar y por dónde no pasar. Y estaba al tanto de todo lo que allí ocurría, enormemente orgulloso de su origen.
Como suele ocurrir a menudo en nuestro campo, Ismael había tenido como base una formación científica: era biólogo, y siguió próximo a la biología hasta sus últimos días. De hecho, fundó la Escuela de Biología de la Universidad Autónoma de Puebla, y la dirigió entre 1987 y 1993. En su tesis de doctorado, sin embargo, ya se orientó a la historia de la biología. Y en efecto, fue a través de la biología que llegó a la historia de la ciencia, y luego a los estudios sociales de la ciencia en un sentido más amplio. Esto último lo profundizó con una estadía, a comienzos de este siglo, en el famoso Centre de Sociologie de l’Innovation de la Ecole des Mines de Paris, en donde por entonces estaban Bruno Latour, Michel Callon y Madeleine Akrich, entre otros.
Ismael también estuvo muy implicado institucionalmente en la historia de la ciencia en México: participó durante década y luego presidió durante varios años (entre 2008 y 2014) la Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y la tecnología. Desde allí promovió, durante su gestión, la realización de eventos que ampliaron la temática tradicional de “Historia de la ciencia” a “Historia y estudios sociales de la ciencia y la tecnología”. Esa apertura, nada evidente en la mayor parte de los países, es una cuestión clave sobre la que conversamos tantas veces: la tarea urgente de reconciliar la historia con los otros abordajes sobre la ciencia; es decir, superar la cristalización de tribus con escaso diálogo.
Sus trabajos sobre la historia de la biología en México son una referencia ineludible, y quiero empeñarme en mencionar sus libros: Historia de la biología en México (2000, AGT Editor); Alfonso L. Herrera: el sabio de Ciprés (2002, FES-Iztacala, UNAM); Isaac Ochoterena: el hombre de la Casa del Lago (2004, FES-Iztacala, UNAM); De Balderas a la Casa del Lago. La institucionalización de la biología en México (2007, UACM); Biología, institución y profesión: centros y periferias (2009, Educación y Cultura) y Hacia una historia de la biología experimental en México (2021, UNAM).
Por supuesto, disfruté todos sus libros, que fui recibiendo de sus manos a medida que se fueron publicando. Pero tanto como eso disfruté de las interminables charlas sobre mil cuestiones, que él invariablemente acompañaba con muchos vasos de algún alcohol, preferentemente tequila, del que podía beber con mucho estilo cantidades admirables sin perder ni el equilibrio ni el hilo de la conversación. Sin dudas seremos muchos quienes extrañaremos a Ismael, como académico riguroso, y como un gran y fiel amigo.
Pablo Kreimer